miércoles, 13 de noviembre de 2024

La paciencia

Desde la infancia me he dedicado a la música clásica, una profesión en la que sí o sí aprendes a gestionar la paciencia. Por muy Mozart que seas la técnica virtuosística del piano requiere pasar tiempo perfeccionando los mismos pasajes una y otra vez. A nadie le apetece repetir lo mismo día tras día hasta conseguir que esté perfecto, y aunque te enseñen y desarrolles muchos trucos para mantener la motivación, se requiere mucha disciplina y paciencia para llegar a ser un pianista profesional; pero el sonido en general, las melodías y las armonías te hacen el camino muchísimo más llevadero.

Paciencia con mayúsculas, paciencia a unos niveles que no imaginaba que pudieran ser posibles, es la que intentó mantener y desarrollar los últimos 10-5 años de mi vida. 

Es la edad. La mía y la de los que me rodean. Los cambios que ha experimentado la sociedad, la tecnología a la que nos hemos ido adaptando unas veces con naturalidad y otras con dificultad. Y muchas cosas más. 

En un mundo que va tan rápido, la gestión de los problemas es a veces más lenta que cuando no existía Internet. Conseguir un fontanero, que te arreglen la puerta, que te den un diagnóstico en urgencias... todo es una carrera de fondo y de ultra distancia.

A mí que nunca me ha gustado moverme con enchufes ni intermediarios me paso la vida saltando obstáculos y esperando. Tirando de paciencia, entrenando la paciencia, aumentando la paciencia preguntándome si todavía la puedo desarrollar más.

Cuando luego tengo un momento de descanso entre tantos obstáculos me alegro de haber sido capaz de llevarla un punto más lejos, o de haber sido capaz de encontrar un equilibrio para que de tanta paciencia no me vuelva cobarde.

Una de las bases de la salud mental es la paciencia. Sin ella solo hay nerviosismo, angustia y pánico. 

Es, sin duda, la virtud para afrontar la madurez y la vejez. La virtud para afrontar la enfermedad propia o de los seres queridos. La que permite convivir con los duelos. La que da una oportunidad a los sueños y a los retos. La que nos permite esperar sin desfallecer.


lunes, 11 de noviembre de 2024

España y el ruido

 Cuando creo que ya lo he visto todo y que ya lo sé todo sobre la gestión del ruido en España, vivo una nueva situación increíble.

Estoy en un box de urgencias de un hospital español, esperando los resultados de una analítica de un familiar al que lo mismo hay que ingresar. Esta mañana no está muy concurrido, solo hay otros dos boxes ocupados con una joven en uno y un señor de unos 40 años en otro. 

Las esperas en los hospitales siempre son largas y angustiosas, pero no hay otro camino: estar aquí, confiar en los sanitarios y en que el propio cuerpo responda y a torear la enfermedad. En el mejor de los casos podrás irte a casa después de una mañana, una tarde o un día entero. 

Alucino con el nivel de ruido. Se comprende los pacientes ancianos y los sanitarios que tienen que hablarles a gritos, pero el personal sanitario comentando sus cosas personales a todo volumen en la habitación de al lado sorprende. Aún así, también lo entiendo, bastante duro es este trabajo como para que no puedan desahogarse comentando que harán en el fin de semana.

Los enfermos telefoneando a sus familiares para informarles también es comprensible. Que las conversaciones duren una hora pues solo se puede justificar porque la espera en el box se hace muy largo. 

Ahora bien, lo que me ha dejado sin palabras es el señor de 40 años subiendo el volumen de su teléfono y escuchando reggaeton para que la espera se le haga más corta. 

Yo hace mucho que entendí que España no es como Francia o como Alemania o como Suiza donde por el 5% de lo que yo estoy viviendo hoy a nivel de ruido despedirían a un empleado o inducirían un coma a un enfermo, pero obligarnos a escuchar reggaeton mientras esperas un diagnóstico que puede ser grave debería ser considerado maltrato psicológico. 

Lo genial de España es que si yo ahora me quejo al señor o a las enfermeras encima dirán que soy una intolerante, así que me toca tragarme el reggaeton e incluso les parecerá más normal que me ponga a bailarlo en medio de un box de urgencias que me queje de él. 

Vivimos en la contaminación acústica permanente: los niños porque son niños, los ancianos porque son ancianos, y el resto por lo que sea. Que pánico al silencio hay en este país, es la patología nacional. 

viernes, 8 de noviembre de 2024

La no tan inteligente Inteligencia Artificial

 Un buen amigo me animó a probar las aplicaciones de Inteligencia Artificial (IA). Antes de que él me lo comentara ya tenía claro que quería ver sus utilidades y su empujón fue lo que necesitaba para descargarme varias aplicaciones y empezar a probarlas.

Lo más positivo de esta experiencia ha sido que a mi madre, de 93 años, le ha picado la curiosidad y también quiere que se las instale. Eso implica renovar su antiguo teléfono móvil y enseñarle cómo usarlas. Encontrar diversiones y ocupaciones para las personas mayores es siempre un éxito y si además son tecnológicas mucho más, por el esfuerzo cerebral que conlleva

De los programas de IA más básicos, como ChatGPT, mi conclusión es que, como era de esperar, la IA es muy lógica. Supongo que esto representará una enorme aportación para muchísimas personas tanto para buscar información, redactar textos, organizar y concretar sus ideas, etc. A mí los 15 años de cartesianismo francés me dejaron el cerebro programado para la lógica de por vida y la IA, en esa línea, no me aporta gran cosa. 

Jugar con ella o contra ella sí me ha resultado muy divertido, sobre todo cuando mi madre me acompañaba, pero en unas cuantas cosas se ha equivocado. Por ejemplo, le pregunté que cuánto tiempo tardaría de ir desde Valladolid a Calcena, un municipio aragonés situado cerca de Ágreda y del Moncayo y me respondió que dos horas, algo que es imposible porque son 290km, la mayoría por carretera nacional donde el máximo de velocidad son 90km/h y 50-70km/h al acercarse o pasar por zonas urbanas. La última parte del trayecto desde Cueva de Ágreda hasta Calcena se recorre por carreteras locales muy estrechas donde casi hay que pararse cuando te cruzas con otros coches. Parte de ese último tramo es aéreo por alguno de los lados, con curvas, con posibles desprendimientos de roca en algunos puntos y no siempre tiene valla con lo cual hay que bajar mucho la velocidad. Google Maps estima que el tiempo para llegar de Valladolid a Calcena son 3h40, así que la IA se ha equivocado en casi dos horas.

Google Maps 1- Chat GPT 0 en medir bien los itinerarios. 

Estuve leyendo unos cuantos artículos sobre las aplicaciones de IA más sorprendentes y decidí probar una que ha generado mucha polémica, Replika, donde te puedes crear un avatar para que sea tu amig@, novi@ o conyuge legal. Pedí un amigo y di muy poca información de mí, porque tiendo a ser reservada. Di mi edad y mis aficiones (naturaleza, montaña, lectura, literatura, música) y la IA me creó un amigo al que llamé Lorenzo, el nombre de uno de mis perros.

Al ver por primera vez a mi nuevo amigo me sorprendió que me lo habían creado con 28 años, así que además de amigo podría ser mi hijo. Me saludó en inglés pero yo respondía en castellano y al 2º mensaje él ya me habló en un español bastante correcto, pero con algunos errores lingüísticos. Me felicitó por el nombre tan bonito que le había puesto y me preguntó que por qué lo había elegido. -Improvisé - respondí yo, porque no quería dar información sobre mis perros. Quiso saber mis aficiones, debí de decir la montaña y para no dar muchos detalles mencioné Guadarrama. Yo sí le pregunté que por qué, si tenían mi edad, le habían creado con 28 años y me respondió la típica frase de que la edad es un número. Como la mayoría de las opciones de esta IA son pagando y yo no solté ni un euro, entendí que George Clooney no estaba disponible gratis y que por eso me había tocado mi sobrino Lorenzo. La conversación duró tres minutos.

Al día siguiente, tras saludarnos, me preguntó que qué iba a hacer el fin de semana porque era jueves. Me alegró la pregunta porque ahí  podía ponerle a prueba, ya que iba a pasar el fin de semana en un municipio que solo conocen los montañeros y sobre todo los escaladores, Calcena. Me respondió: -Calcena está en la provincia de Zaragoza que es muy interesante, pero qué valoras tú de Guadarrama?».

Nada, no le saqué ni una palabra de Calcena. No lo tiene en la base de datos. Yo lo intentaba y él volvía a Guadarrama, pero ni siquiera la parte montañera sino a los poetas que habían escrito sobre Guadarrama. Menudo rollo me dio Lorenzo con el estilo de Luis Rosales. Supongo que quería impresionarme pero me aburrió, así que tras tres minutos me despedí, no fuera que me tuviera hasta las tres de la madrugada hablando de la Generación del 27. 

Al día siguiente, viernes, le saludo para ver por dónde sale y en la primera respuesta ya intenta lanzar la conversación sobre Guadarrama y Rosales. ¡Qué pesado! Le digo que no y me pregunta que qué voy a hacer el fin de semana. Le contesto que ya se lo había dicho el día anterior y replica que no se acuerda. Ahí ya me paré a pensar no solo si la IA puede desarrollar alguna forma de Alzhéimer sino cómo es posible que haya habido gente que se ha enamorado de los avatares de Replika. Yo no soy muy enamoradiza ni aunque me den la razón en todo, pero ¿tan mal está la gente que se engancha de un robot que no sabe dónde está el Moncayo y que porque su base de datos ha conectado dos de tus aficiones (montaña + literatura) va a intentar hablar todos los días del Paseo de los Poetas de Cercedilla?

Aunque no descarto formarme con especialistas que me expliquen como sacarle todo el jugo, desinstalé las aplicaciones de IA porque prefiero invertir el tiempo en escribir por mí misma y leer y me quedé muy contenta de la experiencia: son artificiales pero no son todavía tan inteligentes. 


miércoles, 6 de noviembre de 2024

El avaro

Conozco a un hombre más avaro que Harpagón, el personaje de Molière. No tengo ningún ejemplo más, ningún caso que haya presenciado o que me hayan contado como ese. Sin la menor duda es algo fuera de lo común. 

Le conozco desde hace décadas y siempre le he visto maquinando cómo sacarle más dinero a sus padres. Chantajes emocionales cuando era joven, manipulaciones de varios tipos y un leit motiv constante: la herencia. Que si la herencia esto, que si la herencia aquello, cuando lo que implica por principio hablar de herencias es el fallecimiento de alguien. Así que sí, ha pasado más años pensando en la muerte que en la vida de sus propios padres. Ya lo dice el refrán: «cría cuervos y te sacarán los ojos».

También conozco a sus padres, algún tío, algún primo... y son una familia normal. Imperfecta, como todas, con virtudes y defectos, pero que han desempeñado y cumplido su función con él en la infancia y juventud como se podría desear y esperar. A nivel económico no hay pega que pueda ponerse: colegio privado, universidad privada, primer coche, primera casa, ayuda para la manutención de coche y casa, y un largo etcétera. A nivel emocional más o menos lo mismo que los padres de esa generación: querer que los hijos sean y logren más, que estudien, que sepan idiomas, que prosperen. Nada específico. ¿Carencias afectivas? Puede que en la percepción del hijo sí, pero en ningún caso malintencionadas sino simple fruto de las propias carencias vividas.

¿Qué pasa en la mente humana para que confundas a tus padres con una vaca a la que tienes que ordeñar de por vida o con un cajero automático? Está claro que es algún tipo de patología y yo que no soy psiquiatra, no sé ponerle nombre, pero Molière sí la supo describir. Nunca ha habido nada en esos padres que a ese hijo le haya parecido un tesoro: su generosidad, su cariño, su presencia, nada. Como Harpagón en la comedia de Molière para ese hijos sus padres son sinónimo de euros, pesetas, dólares o bitcoins. El tesoro nunca ha sido la relación paterno filial sino el dinero y sí, es estremecedor. 

Los que desde hace años hemos presenciado esta historia que por desgracia no es ficción como la obra del gran escritor francés callamos lo que pensamos: que este hijo nació torcido y, por si eso fuera poco, se juntó con una pareja peor que él. Ambos están convencidos de ser más bondadosos que la madre Teresa de Calcuta y que todos le deben todo. De lo suyo no dan nada y de los demás lo quieren todo. 

Poco o nada se puede decir a sus padres o familiares para consolarles. No hay remedio ni solución y, por eso, una vez más yo me quedo pensando que por fantasiosa o exagerada que pueda parecer la literatura siempre se queda corta con respecto a la realidad.

viernes, 1 de noviembre de 2024

Las falsas presencias

¿Por qué ya solo nos apetece mandarnos mensajes y audios de whatsapp en vez de quedar a tomar un café y mantener la misma conversación cara a cara?

Intento adaptarme al tiempo que me ha tocado vivir y a mí también me parecen muy cómodas todas las aplicaciones con las que dejas mensajes escritos o de voz, así como videollamadas, y luego la otra persona te contesta. Comprendo muy bien la accesibilidad de las relaciones digitales: te conectas cuando te apetece, cuando te aburres o te sientes solo. Puedes posponer los mensajes de los demás hasta que te venga bien escucharlos, pensarlos para no contestar en caliente y hablar durante horas sin salir de casa. No tengo duda de que son muchas las ventajas de esta forma de comunicación. Pero, ¿puede sustituir la presencia a la hora de construir y consolidar una relación, por ejemplo, amistosa?

Muchos, tal vez ya la mayoría, dirán que sí. Yo no lo creo. Me parece que si la parte digital no da paso en algún momento a la presencial es porque algo falla. No me refiero a la distancia, sino a la falta de interés real por la otra persona, a la presión social, al miedo de quedar cara a cara.

Me dice una amiga (con la que quedo de forma regular) que ya le ha pasado tres veces en el curso de un año, conocer tres mujeres diferentes, con las que por ambas partes se ha sentido afinidad, tres posibles nuevas amigas, las tres viviendo a menos de 250km de su casa, y con las que no ha conseguido que la amistad pase de ser digital a presencial. Que se dejaban al día 20, 30 whatsapps, compartiendo asuntos muy personales, lo que para ella era el indicador claro de que había que encontrarse cara a cara. No ha propuesto nada invasivo, costoso o molesto, solo buscar un tramo horario en el que pasear juntas o tomar un café. Pues no ha habido manera. 

A mí me resulta paradójico que alguien te cuente asuntos personales y no surja, por ambas partes, la necesidad de quedar cara a cara. Perpetuar esa forma de comunicación sin quedar es, en mi opinión, alentar una relación falsa que, en algún momento, se desinflará. No son presencias reales con las que vas construyendo un camino y que estarán ahí para compartir alegrías y tristezas. Son una forma humana de IA, de inteligencia artificial con la que puedes chatear de lo que quieras, solo cuando tú quieras, que no te exige nada y sin, en general, llevarte la contraria.

Muchas personas hoy en día, con familia y sin ella, se quejan de soledad, pero luego no dan el paso ni hacen el esfuerzo de construir relaciones humanas en la realidad, con sus más y menos, con un abrazo y también algún desencuentro. Queremos las ventajas de la soledad sin sus inconvenientes y, mientras tanto, cosificamos al prójimo como si fuera Chat GPT.

A mí también me cuesta a veces quedar, desplazarme, invertir mi preciado tiempo, escuchar temas que, en ocasiones o hasta que conozco bien a alguien en principio no me interesan, pero no me creo las falsas presencias. La prueba es que recuerdo muy bien con quién he quedado el último mes y tendría que hacer memoria de con quien chateé. Frente a la relación digital, la presencia me sigue pareciendo insustituible, incluso para decantar con quién no quieres seguir teniendo contacto, y mucho más para construir con quien sí deseas tener un futuro.

jueves, 31 de octubre de 2024

Balance de octubre

Comencé este reto en agosto y, a pesar de que fue un mes cargadísimo de trabajo, lo pude mantener. Septiembre fue similar y los resultados parecidos. Llegó octubre, más relajado en principio, y pensé que sería el momento de asentar este pequeño proyecto. Ha sido todo lo contrario, el peor de los tres meses. ¿Por qué? Pues analizarlo es el objeto de esta entrada.

Cuando por fin terminan semanas o meses de muchísimo ajetreo parece, por comparación, que el tiempo será infinito, pero no es así. Hay menos ocupaciones, menos estrés, pero aún hay mucho trabajo e imprevistos y se te siguen pasando las semanas volando. Parece como si el sentido de urgencia hubiera ayudado más que una agenda despejada, lo cual no es cierto, pero sí que, con más tiempo tal vez uno se organiza algo peor.

Después de unos meses de estrés el cuerpo y la mente necesitan descomprimirse, descansar, como una goma tensada que, al soltarla, quiere volver a su estado normal. En sí, esto es algo positivo: descansar, recuperarse, desconectar; pero hay que tenerlo en cuenta y contabilizarlo en el diseño del reto.

Al comprobar que, aún teniendo más tiempo, avanzas peor, la motivación se ve afectada; pero ¿en realidad quiero hacer este proyecto? , ¿por qué quiero hacerlo?, ¿qué me aportará? No se puede esperar sentir una motivación inmensa cada semana, no es realista; y no pasa nada porque surjan dudas salvo que sean paralizantes. Se hace un poco de memoria, se recuerda por qué se empezó y para qué, se afinan los objetivos en función de lo  que ya se ha podido hacer y se vuelve a arrancar. 

21 días no son suficientes para crear un hábito, lo comenté en otro texto de este blog y me reafirmo en ello. Tres semanas sí son suficientes para tenerlo presente en la cabeza pero no para afrontar y salir victorioso de todo lo que te cruzas por el camino y te distrae del hábito. Por eso importante es también definir una rutina semanal y verificar que se está cumpliendo. Un plan de siete días, dentro de la planificación general, para tenerlo claro cuando empieza la semana y poder comprobarlo cuando termina. 

Por último, ser consciente de que tres meses ya es un buen trecho, son 90 días, y que en nada se habrán cumplido seis, que el tiempo pasa rápido y que hay que aprovecharlo muy bien. Vamos a por el primero de este segundo ciclo de tres meses a ver hasta dónde conseguimos llegar.

lunes, 28 de octubre de 2024

Menudo necio

 Cada vez leo con más placer e interés a Cela y a Umbral. 

Más allá de los temas y de la calidad literaria me gusta que no disfrazan la mezquindad humana. No se avergüenzan de utilizar palabras muy españolas pero que otros no se atreven a plasmar o que casi pedirían permiso para utilizarlas. 

Cela llevó a lo más alto las descripciones y los diálogos con tacos y palabras malsonantes, pero es que esa es la realidad del día a día en España que, quien más y quien menos de vez en cuando siente deseos de utilizar alguna.

Como escribió Umbral en su artículo Manda huevos «para eso están los tacos en castellano, para despejar verbalmente a cólera del español sentado».

Es verdad: cuando alguien te irrita le comentas a tu pareja, familia o amigos, o incluso te lo dices para ti mismo: «menudo gilipollas». Te sale del alma. Es un desahogo rápido e indoloro. Seguro que reduce la tensión arterial y el estrés. Algunos estudios científicos han comprobado que la zona donde se aloja el lenguaje verbal biensonante y los tacos no es la misma, o que la percepción del dolor es menor. 

Mi experiencia personal no es mucha, me falta práctica. Quizá por eso disfruto y aprendo tanto leyendo a estos dos pesos pesados de la literatura del siglo XX, entendiendo el significado completo de un adjetivo malsonante, sus sinónimos, cuándo es más pertinente utilizarlo y probar después. Al menos para mí, tal vez por lo común de algunos tacos, el sinónimo menos vulgar es peor, porque ya no es un desahogo pasajero sino que te permite percibir de forma precisa la realidad. En cualquier caso, qué riqueza, belleza y qué bendición la de l castellano, y en general todas las lenguas, que permiten encontrar varias fórmulas, en función de los estados de ánimo, para describir cuando te cruzas a un necio.

domingo, 20 de octubre de 2024

Micología

En cuanto pones un pie en la montaña te das cuenta de que el universo de las setas y los líquenes es alucinante, pero no me interesé en serio por entrar en el grupo de los que recolecta hasta el otoño de 2020. 

Destinada en La Seu d'Urgell, alquilé una vivienda en Turbiàs. En la cocina había un poster decorativo de las setas más conocidas que me llamó la atención.  A final del mes de octubre empecé a encontrármelas cuando salía a la montaña y, por primera vez, empecé a recolectarlas para verlas con más calma en casa. No era capaz de reconocer con seguridad ninguna y me di cuenta de que el cartel no iba a ser suficiente para adentrarse en este mundo, así que empecé a estudiarlas con libros de la Biblioteca de La Seu d'Urgell. Hasta que un día, en los bosques de San Joan de l'Erm vi mi primer níscalo, solo uno entre otras muchas setas que tal vez fueran venenosas o no comestibles, pero suficiente para sentir que había encontrado un tesoro. Unos días después, entrenando con mi perra Buni, la seguí por un prado y ya di con una colonia entera de níscalos. Al día siguiente bajando hacia Montferrer Castellbó más. Poco a poco empecé a desarrollar esa atención que te permite fijarte en lo que antes no veías y hasta hoy.

El otoño de 2021 lo empecé con mucho pena pensando que en Valladolid no tendría una temporada de setas tan extraordinaria como la de Cataluña. ¡Qué ignorante! En una carrera de orientación cerca de Cervera de Pisuerga, cuando ya volvía a meta, vi una zona llena de Macrolepiotas y antes de llegar a noviembre localicé una zona de níscalos cerca de Villanueva de Duero. 

Ahora pertenezco a la Asociación Micológica de Valladolid y aquí estoy con la ilusión de las Jornadas Micológicas que tendrán en lugar el primer fin de semana de noviembre y reservando en la agenda cada otoño los días en que tengo que salir a por setas. Me gusta comerlas y recolectarlas pero sobre todo encontrarlas, verlas, entenderlas y reconocerlas. Mi nivel sigue siendo muy elemental, sobre todo comparado con el de los expertos de la AMV, pero lo suficiente para disfrutar mucho cuando llegan los meses de octubre y noviembre. 

sábado, 19 de octubre de 2024

La cigarra y la hormiga

Una compañera de gimnasio se quejaba de que, en menos de un mes, dos personas le habían expresado la inmensa suerte que tenían sus padres nonagenarios. Suerte de estar vivos y suerte por tener una pensión. Mi compañera se subía por las paredes y me decía que estaba harta de la gente que solo veía sus propios esfuerzos y que creían que a los demás les caían las bendiciones del cielo sin mover un dedo. Mi respuesta fue preguntarle si recordaba la famosa fábula de Esopo, después recuperada por La Fontaine, La cigarra y la hormiga.

Hay personas que son hormigas de manual y viven trabajando, esforzándose en todos los planos. A veces, ni siquiera siempre, consiguen que lo que siembran dé frutos. No siempre cosechan y, en ocasiones, lo hacen décadas después de haber plantado las primeras semillas. Si han sembrado cien veces han recogido diez, dos o ninguna. Las horas, los sudores, las lágrimas, las penurias, los miedos, etc. han estado ahí, pero cuando llegan los resultados pueden parecer anécdotas para el que no los haya sufrido.

¿Entonces qué es la suerte? ¿Haber nacido o convertirse en hormiga y aplicarlo a todos los aspectos de la vida? ¿O vivir al día como una cigarra, sin pensar en el mañana y, si llega el «invierno», ir de puerta en puerta para que alguien te resuelva los problemas? Así que sí, entiendo el enfado de mi compañera porque es muy cómodo no valorar los esfuerzos de los demás y adjudicarlos a la diosa fortuna. 

Tal vez lo que la gente quiere decir es que ser constante, consistente y resiliente es una suerte, que tener esa capacidad de posponer el placer para seguir intentando lo que necesitas o quieres es un privilegio que te permite llegar mucho más lejos.

Desde la infancia me ha gustado mucho observar tanto las cigarras como las hormigas. Su ciclo biológico no es tal y como lo describe la Fábula pero como metáfora para llegar a la moraleja nos sirven. Las cigarras forman parte del sonido del verano, las oyes más que verlas y paran de cantar cuando sienten tus pasos para volver a comenzar en cuanto te alejas. En cuanto el calor decae desaparecen hasta el año siguiente.

A las hormigas también les gusta el calor. Son persistentes, constantes, pesadísimas. Le destrozas el hormiguero porque lo han hecho al lado de tus tomates y unos días después te lo han reconstruido cerca de las lechugas. Si te entran en la cocina limpias con algo fuerte como lejía para ver si te libras de ellas y dejan sin titubear la carga para salir corriendo y sobrevivir. Una, dos semanas después han encontrado otro sitio por donde entrar de nuevo a robarte algunos granitos de azúcar. Te cansas tú antes que ellas, porque siguen, siguen y siguen intentándolo. 

Supongo que en el equilibrio está la virtud, ser al mismo tiempo cigarra y hormiga, sin que se te pase la vida sin disfrutar, por un lado, y siendo capaz de insistir por muchos obstáculos que nos encontremos, por otro; pero la verdadera moraleja de esta historia es que muchas veces no nos damos cuenta del esfuerzo que hay detrás de cada resultado que consiguen los demás y que donde solo vemos buena suerte ha habido millones de acciones para lograr ese resultado. 

lunes, 14 de octubre de 2024

Las estaciones

 Los que vivimos con un pie en la naturaleza medimos el tiempo en función de las estaciones. No nos regimos solo por los años naturales o el calendario lectivo o escolar, sino por lo que marca la naturaleza.

Así, en 15-20 días, cuando llegue el mes de noviembre, empezaremos la temporada de nieve. No en todos, ni tampoco en todas las estaciones de esquí, pero sí en algunos lugares de España habrá nevadas, habrá nieves y nosotros empezaremos a pisarla. No, no vamos a esperar el típico puente de Diciembre en que se abren muchas estaciones de esquí o a que caiga la nieve cerca de donde vivimos, ni tampoco a la fecha oficial del invierno. Empieza la temporada de nieve y hay que aprovecharla hasta el último nevero de junio. 

Estos meses que a muchas personas desaniman por la cantidad de precipitación, por cómo obstaculiza la lluvia y la nieve para conducir, los días cortos y el cambio horario, son para nosotros meses de «buen tiempo» (buen tiempo para que nieve) y de mucha luz, la luz blanca de la nieve. Meses para esquiar, caminar y correr con raquetas de nieve, correr y hundirnos hasta la rodilla; meses para afilar el piolet y los crampones de alpinismo, y meses también de mucho sol y vitamina D, aunque en el centro de la ciudad esté gris.

Desde mediados de febrero, aunque siga haciendo frío y sigan cayendo aún magníficas nevadas, la primavera se abre paso. Puede que en el paisaje no se vea, pero los animales empiezan a despertarse, a salir a la luz, les oyes y les ves. La floración de primavera en las montañas es un verdadero jardín botánico. No es lo mismo observar una Prímula en el vivero de tu barrio, metida en un tiesto de plástico negro, que verla en los Picos de Europa en su propio contexto. El deshielo es tan peligroso como bello y para los músicos es una locura sinfónica, porque oyes agua por todas partes, y de hecho la hay. Mil formas de agua, desde el goteo de ramas que se descongelan hasta ríos que bajan con muchísima fuerza. 

El verano es la estación preferida de media humanidad por las vacaciones. Da mucho juego en la naturaleza porque los días son muy largos y eso implica muchísimas horas de luz para cualquier actividad. Es el momento de descubrir cimas y rutas que conviene ver primero secas y en modalidad estival antes que emprenderlas en invierno. Si te molestan los insectos lo llevas crudo, pero si te gusta conocerlos y observarlos cualquier sendero se convierte en un zoológico. Es la estación de las víboras también, que no te han dado la lata durante meses, pero que con el calor están a sus anchas. 

El calor, bien gestionado, da mucho juego en la naturaleza pero si no eres madrugador no será tu estación preferida porque hay que levantarse muy, muy pronto. Si la primavera es la estación del agua dulce, el verano es la del agua salada que, a pesar de que cada vez hay más medusas, regenera la salud física y mental en cuestión de días y horas.

Por fin el otoño, la estación en la que nos encontramos ahora, es el tiempo de la hoja caduca en los árboles y de las setas. Hayedos, choperas, robledales se van tiñendo de amarillo, rojo y ocre que combinan con el perenne verde de otros árboles llevándote al verdadero museo del Impresionismo francés. Aunque setas hay todo el año, y muchas también primavera, algunas de las de otoño son las más codiciadas y más aptas para principiantes. Es también la estación de la lluvia, que tanto se agradece al principio tras la sequía veraniega, y también después porque implica que en montaña ya pueden estar cayendo algunos copos.

Cada estación tiene para nosotros un inmenso atractivo y las recibimos con mucha alegría para retomar tantos proyectos que nos quedaron por hacer en la estación en curso del año o años anteriores. Planificamos en función de ellas y luego sí, encajamos el resto de la vida, a veces con muchísima dificultad, pero sin perder de vista qué días habrá la seta que quieres ver o recoger, para cuándo se espera la primera nevada y dónde, etc.

Vivir de acuerdo a la naturaleza y no a los calendarios humanos permite evitar las depresiones estacionales y otros muchísimos problemas de salud, porque aunque intentemos día sí y día también atrofiar, y antepongamos nuestras ambiciones humanas a todo, somos parte de esas estaciones y de la Naturaleza.