domingo, 20 de octubre de 2024

Micología

En cuanto pones un pie en la montaña te das cuenta de que el universo de las setas y los líquenes es alucinante, pero no me interesé en serio por entrar en el grupo de los que recolecta hasta el otoño de 2020. 

Destinada en La Seu d'Urgell, alquilé una vivienda en Turbiàs. En la cocina había un poster decorativo de las setas más conocidas que me llamó la atención.  A final del mes de octubre empecé a encontrármelas cuando salía a la montaña y, por primera vez, empecé a recolectarlas para verlas con más calma en casa. No era capaz de reconocer con seguridad ninguna y me di cuenta de que el cartel no iba a ser suficiente para adentrarse en este mundo, así que empecé a estudiarlas con libros de la Biblioteca de La Seu d'Urgell. Hasta que un día, en los bosques de San Joan de l'Erm vi mi primer níscalo, solo uno entre otras muchas setas que tal vez fueran venenosas o no comestibles, pero suficiente para sentir que había encontrado un tesoro. Unos días después, entrenando con mi perra Buni, la seguí por un prado y ya di con una colonia entera de níscalos. Al día siguiente bajando hacia Montferrer Castellbó más. Poco a poco empecé a desarrollar esa atención que te permite fijarte en lo que antes no veías y hasta hoy.

El otoño de 2021 lo empecé con mucho pena pensando que en Valladolid no tendría una temporada de setas tan extraordinaria como la de Cataluña. ¡Qué ignorante! En una carrera de orientación cerca de Cervera de Pisuerga, cuando ya volvía a meta, vi una zona llena de Macrolepiotas y antes de llegar a noviembre localicé una zona de níscalos cerca de Villanueva de Duero. 

Ahora pertenezco a la Asociación Micológica de Valladolid y aquí estoy con la ilusión de las Jornadas Micológicas que tendrán en lugar el primer fin de semana de noviembre y reservando en la agenda cada otoño los días en que tengo que salir a por setas. Me gusta comerlas y recolectarlas pero sobre todo encontrarlas, verlas, entenderlas y reconocerlas. Mi nivel sigue siendo muy elemental, sobre todo comparado con el de los expertos de la AMV, pero lo suficiente para disfrutar mucho cuando llegan los meses de octubre y noviembre. 

sábado, 19 de octubre de 2024

La cigarra y la hormiga

Una compañera de gimnasio se quejaba de que, en menos de un mes, dos personas le habían expresado la inmensa suerte que tenían sus padres nonagenarios. Suerte de estar vivos y suerte por tener una pensión. Mi compañera se subía por las paredes y me decía que estaba harta de la gente que solo veía sus propios esfuerzos y que creían que a los demás les caían las bendiciones del cielo sin mover un dedo. Mi respuesta fue preguntarle si recordaba la famosa fábula de Esopo, después recuperada por La Fontaine, La cigarra y la hormiga.

Hay personas que son hormigas de manual y viven trabajando, esforzándose en todos los planos. A veces, ni siquiera siempre, consiguen que lo que siembran dé frutos. No siempre cosechan y, en ocasiones, lo hacen décadas después de haber plantado las primeras semillas. Si han sembrado cien veces han recogido diez, dos o ninguna. Las horas, los sudores, las lágrimas, las penurias, los miedos, etc. han estado ahí, pero cuando llegan los resultados pueden parecer anécdotas para el que no los haya sufrido.

¿Entonces qué es la suerte? ¿Haber nacido o convertirse en hormiga y aplicarlo a todos los aspectos de la vida? ¿O vivir al día como una cigarra, sin pensar en el mañana y, si llega el «invierno», ir de puerta en puerta para que alguien te resuelva los problemas? Así que sí, entiendo el enfado de mi compañera porque es muy cómodo no valorar los esfuerzos de los demás y adjudicarlos a la diosa fortuna. 

Tal vez lo que la gente quiere decir es que ser constante, consistente y resiliente es una suerte, que tener esa capacidad de posponer el placer para seguir intentando lo que necesitas o quieres es un privilegio que te permite llegar mucho más lejos.

Desde la infancia me ha gustado mucho observar tanto las cigarras como las hormigas. Su ciclo biológico no es tal y como lo describe la Fábula pero como metáfora para llegar a la moraleja nos sirven. Las cigarras forman parte del sonido del verano, las oyes más que verlas y paran de cantar cuando sienten tus pasos para volver a comenzar en cuanto te alejas. En cuanto el calor decae desaparecen hasta el año siguiente.

A las hormigas también les gusta el calor. Son persistentes, constantes, pesadísimas. Le destrozas el hormiguero porque lo han hecho al lado de tus tomates y unos días después te lo han reconstruido cerca de las lechugas. Si te entran en la cocina limpias con algo fuerte como lejía para ver si te libras de ellas y dejan sin titubear la carga para salir corriendo y sobrevivir. Una, dos semanas después han encontrado otro sitio por donde entrar de nuevo a robarte algunos granitos de azúcar. Te cansas tú antes que ellas, porque siguen, siguen y siguen intentándolo. 

Supongo que en el equilibrio está la virtud, ser al mismo tiempo cigarra y hormiga, sin que se te pase la vida sin disfrutar, por un lado, y siendo capaz de insistir por muchos obstáculos que nos encontremos, por otro; pero la verdadera moraleja de esta historia es que muchas veces no nos damos cuenta del esfuerzo que hay detrás de cada resultado que consiguen los demás y que donde solo vemos buena suerte ha habido millones de acciones para lograr ese resultado. 

lunes, 14 de octubre de 2024

Las estaciones

 Los que vivimos con un pie en la naturaleza medimos el tiempo en función de las estaciones. No nos regimos solo por los años naturales o el calendario lectivo o escolar, sino por lo que marca la naturaleza.

Así, en 15-20 días, cuando llegue el mes de noviembre, empezaremos la temporada de nieve. No en todos, ni tampoco en todas las estaciones de esquí, pero sí en algunos lugares de España habrá nevadas, habrá nieves y nosotros empezaremos a pisarla. No, no vamos a esperar el típico puente de Diciembre en que se abren muchas estaciones de esquí o a que caiga la nieve cerca de donde vivimos, ni tampoco a la fecha oficial del invierno. Empieza la temporada de nieve y hay que aprovecharla hasta el último nevero de junio. 

Estos meses que a muchas personas desaniman por la cantidad de precipitación, por cómo obstaculiza la lluvia y la nieve para conducir, los días cortos y el cambio horario, son para nosotros meses de «buen tiempo» (buen tiempo para que nieve) y de mucha luz, la luz blanca de la nieve. Meses para esquiar, caminar y correr con raquetas de nieve, correr y hundirnos hasta la rodilla; meses para afilar el piolet y los crampones de alpinismo, y meses también de mucho sol y vitamina D, aunque en el centro de la ciudad esté gris.

Desde mediados de febrero, aunque siga haciendo frío y sigan cayendo aún magníficas nevadas, la primavera se abre paso. Puede que en el paisaje no se vea, pero los animales empiezan a despertarse, a salir a la luz, les oyes y les ves. La floración de primavera en las montañas es un verdadero jardín botánico. No es lo mismo observar una Prímula en el vivero de tu barrio, metida en un tiesto de plástico negro, que verla en los Picos de Europa en su propio contexto. El deshielo es tan peligroso como bello y para los músicos es una locura sinfónica, porque oyes agua por todas partes, y de hecho la hay. Mil formas de agua, desde el goteo de ramas que se descongelan hasta ríos que bajan con muchísima fuerza. 

El verano es la estación preferida de media humanidad por las vacaciones. Da mucho juego en la naturaleza porque los días son muy largos y eso implica muchísimas horas de luz para cualquier actividad. Es el momento de descubrir cimas y rutas que conviene ver primero secas y en modalidad estival antes que emprenderlas en invierno. Si te molestan los insectos lo llevas crudo, pero si te gusta conocerlos y observarlos cualquier sendero se convierte en un zoológico. Es la estación de las víboras también, que no te han dado la lata durante meses, pero que con el calor están a sus anchas. 

El calor, bien gestionado, da mucho juego en la naturaleza pero si no eres madrugador no será tu estación preferida porque hay que levantarse muy, muy pronto. Si la primavera es la estación del agua dulce, el verano es la del agua salada que, a pesar de que cada vez hay más medusas, regenera la salud física y mental en cuestión de días y horas.

Por fin el otoño, la estación en la que nos encontramos ahora, es el tiempo de la hoja caduca en los árboles y de las setas. Hayedos, choperas, robledales se van tiñendo de amarillo, rojo y ocre que combinan con el perenne verde de otros árboles llevándote al verdadero museo del Impresionismo francés. Aunque setas hay todo el año, y muchas también primavera, algunas de las de otoño son las más codiciadas y más aptas para principiantes. Es también la estación de la lluvia, que tanto se agradece al principio tras la sequía veraniega, y también después porque implica que en montaña ya pueden estar cayendo algunos copos.

Cada estación tiene para nosotros un inmenso atractivo y las recibimos con mucha alegría para retomar tantos proyectos que nos quedaron por hacer en la estación en curso del año o años anteriores. Planificamos en función de ellas y luego sí, encajamos el resto de la vida, a veces con muchísima dificultad, pero sin perder de vista qué días habrá la seta que quieres ver o recoger, para cuándo se espera la primera nevada y dónde, etc.

Vivir de acuerdo a la naturaleza y no a los calendarios humanos permite evitar las depresiones estacionales y otros muchísimos problemas de salud, porque aunque intentemos día sí y día también atrofiar, y antepongamos nuestras ambiciones humanas a todo, somos parte de esas estaciones y de la Naturaleza.

jueves, 10 de octubre de 2024

Balance de septiembre

Termina septiembre.
Hace más de una semana que tendría que haber escrito este balance, pero se me han pasado los días volando y sin un minuto para dedicar a este blog. 

Hay temporadas en la vida en que cada domingo repasas o te haces una planificación y te falla ya el mismo lunes: imprevistos, urgencias, obstáculos... Te pasas el resto de la semana remando contra corriente, solucionando, resolviendo, asimilando y viendo cómo se pasan las horas sin poder cumplir tu plan. Como dice un refrán español «montas un circo y te crecen los... problemas». 

Ese fue, desde el principio, el objetivo: derretir el tiempo de las obligaciones diarias como si fueran los relojes blandos de La persistencia de la memoria de Salvador Dalí y hacerle hueco a estos textos de opinión. A pesar de haber conseguido mantener la disciplina dos meses, en cuanto me despisto, en cuanto me doy la vuelta para atender otro asunto, desfilan las horas y los días sin que consiga sentarme a escribir. El balance es, por tanto, positivo pero consciente de lo frágil que me es aún la disciplina de escribir.

Dicen que en 21 días estableces un hábito y yo no creo que sea verdad. Hace falta mucho más tiempo, porque no se trata solo de recuperar o instaurar una rutina sino de ir reduciendo o eliminando otras. En esas épocas vitales en que se tiene todo el tiempo para uno puede que con tres semanas sea suficiente; pero en las etapas más complejas no es posible. Toca seguir insistiendo, analizando para saber qué te ayuda, qué te obstaculiza y seguir aprendiendo cada semana. 

Vamos a por el tercer mes de este reto, con la misma modestia que en los dos anteriores, sabiendo que los días se evaporarán como agua e intentando retener el tiempo para conseguir dar a luz estos textos.

domingo, 29 de septiembre de 2024

Aplicaciones de comida caducada

Se han puesto de moda las aplicaciones de comida caducada. No se denomina así pero de eso van. Los establecimientos que quieran darse de alta anuncian bolsas o paquetes de comida que no han conseguido vender y que no está fresca al 100%. Cada uno ofrece lo que tiene: las panaderías y pastelerías panes, pasteles, bollería salada y dulce. Los supermercados todo tipo de producto que está a punto de caducar, sean lácteos, carne, pescado, frutas y verduras, bollería y pastelería, incluso bebidas con y sin alcohol. Los restaurantes parte de sus menús del día anterior o del día en curso que no quieren dejar para el día siguiente. Los hoteles una parte de los bufes del desayuno. 

En la aplicación está anunciado lo del mismo día y lo del siguiente, lo reservas, pagas y vas a por ello en las horas establecidas por el establecimiento. Algunos dar un margen de más de cuatro horas y otros solo media hora, en una horquilla que creo que va desde las 9 de la mañana hasta las 12 de la noche. 

Siempre son paquetes sorpresa, no puedes elegir ni cambiar productos. Es cierto que si has reservado en una franquicia cuyo producto es al 90% Donuts, pues ya sabes que eso es lo que tendrás. En cambio en el mismo supermercado puede variar mucho. En las fruterías siempre suele poner frutas y verduras, la mayoría tocadas y/o muy maduras. En las pescaderías moluscos o pescados de los más baratos y en las carnicerías más o menos igual. 

Las he probado y mi conclusión es clara: todo depende del establecimiento. Por eso es muy interesante tanto la valoración de los otros clientes como la propia. No todos tenemos los mismos estándares, pero «cuando el río suena es porque agua lleva». En mi caso nunca he cogido nada de un establecimiento que tenga una valoración de menos de 4 sobre 5 y, aun así, me he llevado varias sorpresas desagradables. 

Los inconvenientes  mayores que yo he encontrado son dos: el primero, que hay productos que pueden fomentar el crecimiento de bacterias intestinales. Por mucho que separes lo que está malo, me han dado frutas y verduras demasiado tocadas en el exterior, con lo cual imagino que no era saludable comerlas; trozos de carne resecos y pescados que han debido ser un zoológico de anisakis y parásitos. El segundo que, incluso cuando la comida estaba en buen estado, no la necesitaba o era incompatible con mi estilo de nutrición. Me había costado muy poco dinero pero si me descuadra el menú o si la tengo que regalar, tampoco es una buena solución. 

Es cierto que algunos días me han dado mucho y bastante bueno, y eso es lo que te anima a repetir, pero, una vez probado y experimentado, creo que es más sostenible, por lo menos para mí, analizar bien lo que vamos a comer y solo utilizar estas aplicaciones si encajan en el menú y solo de aquellos establecimientos que dan el producto en buen estado. Supongo que cada vez se sumarán más comercios a estas iniciativas y que los que dan comida muy pasada y hasta en mal estado se hundirán o tendrán que mejorar. Todas las ideas para evitar el desperdicio son buenas y hay que probarlas sobre todo para volver a aprender a no tirar, a no desperdiciar y a comprar solo lo necesario.

Hacerse la tonta

                                    «Cuando uno es sencillo (en su habla, en sus actos, incluso en su poesía) corre el incómodo riesgo de ser tomado por tonto.» Mario Benedetti

En este despliegue constante de narcisismo en el que vivimos, la discreción, la prudencia, el reconocer que uno no sabe de todo lleva directamente a que algunas personas se crean que pueden manipularte sin que te des cuenta. Una sonrisa, un halago, una fingida muestra de empatía; o, por el contrario, el eterno juego de victimizarse intentando dar pena. Creen que cuela. Piensan que te estás enredando en la tela de araña que tejen a tu alrededor. Se van a la cama, esa noche, convencidos de que comes de su mano.

Yo me quedo pasmada, casi paralizada, observando, por un lado, tanta confianza en uno mismo, y, por otro lado, unas mentes tan básicas. Me dan ganas de decirles: 

-señores, que vivimos en la época de Internet 24h al día, que ahora todos sabemos los mecanismos de la manipulación, que hay millones de páginas de todo tipo, desde científicas hasta de divulgación muy simples, explicándolo. Esfuércense un poco. Ya que nos intentan manipular eleven un poco el nivel, que a uno le cueste detectarlo, no se conformen con este parvulario del chantaje emocional. 

Me hablan intentando convertirme en una marioneta de sus intenciones y yo escucho en silencio total. Mientras esas personas que se creen tan listas insisten e insisten, utilizando recursos de parvulario de manipulación, y creen que estoy cayendo en sus redes, desconecto del tema que estemos tratando para centrarme en el proceso. No puedo resistirme a la tentación, lo confieso: asiento con cara de no haber roto un plato y apostillo siempre en afirmativo con «claro, claro», «sí», etc. 

Por fin la conversación, el episodio, la situación termina y pienso para mí «menudo/a gilipollas», así, sin paños calientes. Me lo imagino felicitándose a sí mismo por la jugada, contándosela a su mujer o marido y pensando que el asunto ha concluido ahí porque me ha llevado a su terreno. 

Me entra entonces la segunda tentación: dejarle en su limbo, hacerme la tonta cuanto más tiempo mejor. Pasar desapercibida, ser invisible, mediocre, lo que haga falta para que la persona manipuladora se crea que me tiene en el bolsillo.

Saco la libreta, el cuaderno, el móvil, el ordenador  o lo que sea, y, en el tema en cuestión, sea el que sea, reviso y diseño el plan con mayor minuciosidad, contando que, además de las dificultades que tenga o de los obstáculos que puedan surgir, tengo que añadir esta persona en la que no se puede confiar.

Anoto las cartas que, en su esfuerzo y ejercicio para manipularme, han dejado ver mientras se han ido convencidos de que yo no tengo ni baraja. No es porque yo haya disimulado nada, es que la gente se cree tan superior, está tan segura de sí misma, que no duda de que con su discurso empalagoso o victimista, según los casos, hace contigo lo que le da la gana. 

Ese es el punto débil de una persona manipuladora: que no escucha. Que no ha oído una sola palabra de lo que tú hayas dicho, porque se ha esforzado en venderte su teoría, su versión; que solo le ha importado si te ha convencido con sus argumentos para conseguir sus objetivos. 

Cuando el día termina es un buen momento para evacuar el mal sabor de boca que te deja saber que han intentado manipularte, sin desanimarte porque haya gente en la que no cuajó la educación en valores, y felicitándote porque no has necesitado sacar el ego a pasear para demostrarles que te has dado cuenta de todo. Tomar nota y archivar en la memoria ante lo que estás y compensar con algo positivo y que te inspire sensaciones agradables y benéficas. 

El manipulador no suele soltar la presa hasta que no consigue lo que quiere, y puede que no encuentres todas las soluciones para hacerle frente sin ceder en 24 horas. Lo más seguro es que necesites días, semanas y meses para blindarte, pero no pasa nada. Día a día, paso a paso, hoy ya has conseguido que se crea que no te enteras de nada. Mañana más y mejor. Con paciencia, humor y guardando bien tapadas tus cartas, más pronto o tarde habrá un punto final y le estallará en la cara su pequeñez y mezquindad. 

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Construir familia

 Siempre he creído en la amistad y en la pareja.

Siempre he pensado que no era necesario el ADN ni los vínculos legales o religiosos para establecer relaciones humanas muy profundas y duraderas. 

A la vez he fracasado repetidas veces intentando construir una relación sana con personas de mi propia familia parental. Por mucho que lo he intentado, unos no me ven y otros no me quieren. El paso del tiempo ha hecho el resto y confío menos en algunos de mis familiares que en amigos a los que, incluso, no puedo ver ni una vez al año. 

Al cumplir años, al hacerme mayor, cada vez me resulta más incómodo y menos natural formar parte de grupos humanos con los que no me identifico, por mucho que tengan mi ADN. Preferiría que la relación se rompiera para siempre, de forma amistosa y con agradecimiento por las cosas buenas, si hubo alguna, y ya está. Preferiría que existiera un apartado en las leyes para firmar un divorcio amistoso dentro de la familia y desanudar los vínculos, creados de forma tan artificial, para siempre.

Me temo que no sería la única, me temo que habría cola en los juzgados y que me darían cita para muchos, muchísimos meses después. Por mucha pena que dé, por mucho que duela, la familia es un conglomerado que, en muchos casos, no funciona bien e incluso funciona muy mal, con toxicidades que no toleramos en otras relaciones humanas. La herencia judeo cristiana, la necesidad de pertenecer a algo estable, la tradición, la costumbre, etc. nos llevan a empeñarnos una vez y otra y otra en sembrar, esperar y no cosechar nada o poco en tierras que nunca darán frutos. 

Me tomo cada día más en serio la labor de construir familia fuera de mi familia. Me pregunto cómo puedo hacer mejor todo el proceso, desde la selección hasta la consolidación. Y, cuando lo hago y lo hacemos bien, me da muchísima felicidad sentir las raíces y ver crecer las ramas de la relación. 

En definitiva, del modelo tradicional nos hemos ido abriendo a otros modelos familiares, casi tantos como formas hay de entender el concepto de «familia». Lo importante es que, día a día, la calidad de la relación gana posiciones frente a la tradicional supremacía de la genética, porque al final, con el mismo o distinto ADN, de lo que se trata es de compañía, solidaridad, empatía, cariño y amor. Y si no hay amor de nada sirve tener cromosomas en común. 

martes, 24 de septiembre de 2024

Maltrato animal

Hoy he vivido mi primer caso de maltrato animal. 

Sí, todavía siguen existiendo personas que están convencidas de que asustando, golpeando o dañando de alguna forma al perro pueden conseguir que mejore sus comportamientos. No hay reflexión alguna por parte del humano. Tal comportamiento molesta, maltrato al perro para que deje de hacerlo. Sin más. Salvo que no consideran «maltrato» las agresiones que hacen, sino adiestramiento.

El vecino de un familiar adoptó un perro de la perrera de unos cuatro años. El animalito, de tamaño medio, a los pocos días de venir, una tarde en que el vecino me invitó a pasar a su casa, me atacó por la espalda y me mordió. No fue leve, no fue grave, los dos jerséis que llevaba me protegieron el brazo, pero necesité algo de tratamiento médico. Era la primera vez que un animal me atacaba y mordía y es impresionante tanto la fuerza como la fiereza que tienen. Estuve tranquila durante los minutos que duró y no fue a más. No denuncié a pesar de que la doctora que me atendió me dijo que era un error, que siempre hay que denunciar los ataques de animales, porque si no los dueños no suelen poner remedio.  Me equivoqué entonces y me conformé con pedirle al vecino que le llevara atado si le sacaba. No quiso ni ha querido hacerlo, el perro va suelto cuando le saca a pasear. No es mi casa, no es mi barrio, informé al Administrador de la Comunidad y al Alcalde del Municipio que no sé si hicieron algo, porque a día de hoy sigue sacando al perro sin atar.

Cuando yo he venido a casa del familiar del que es vecino, mis perros y el suyo se ladran mutuamente, cada uno en su parcela, pero se ladran a través de la verja medianera. Para el dueño del otro perro los ladridos de su perro son como una sinfonía de Beethoven, música celestial; pero los de los demás son un tormento. Un día mi perra Buni llegó con una herida en el hocico. Una herida rara que sangraba. No supe identificar qué la había causado pero sí lo relacioné con el vecino, no sé por qué, intuición femenina. Ella se había asomado a la medianera para ladrar e inmediatamente venía con esa herida, que no era un rasguño ni mordisco ni picadura. 

Otro día mis perros aparecieron calados, el vecino les había regado. Otro más con algo raro en el pelo, que tampoco supe identificar. Por fin, como la estulticia no tiene límite, el señor en persona me confesó cómo estaba intentando adiestrar, según él, a su perro y a los míos para que se lleven bien y no se ladren: con una pistola. No sé si de aire comprimido, de fogueo o qué porque el mundo de las armas es desconocido para mí.

Se lo pedí, pero luego pensé en el antecedente del ataque, la recomendación de la doctora de atención primaria y en su falta de responsabilidad llevando suelto al perro y me puse en contacto con la Guardia Civil. Por teléfono me dijeron que si el incidente no estaba sucediendo en el momento que no venían, pero que yo podía personarme en el cuartel correspondiente y poner una denuncia. Una hora después vinieron y pude escuchar cómo le decían al vecino que lo que había hecho era un acto de maltrato animal y que, si lo repetía, se lo tenían que llevar detenido. Me ofrecieron poner una denuncia dos veces, dije que no. Así como el día que me atacó su perro ni se me pasó por al cabeza, creo que si hoy me lo hubieran preguntado una tercera vez la habría puesto. 

No hizo falta que yo demostrara lo que había vivido: él intentó convencerles de las ventajas de su método de adiestramiento, mientras ellos le repetían que es un delito.

Así es como he vivido mi primer caso de queja y casi denuncia de maltrato animal, de los protocolos que hay que poner en marcha, de lo que implica para el que lo comete y de lo grave que es. No es agradable formar parte de una situación así y, antes de tomar la iniciativa de pedir ayuda a las autoridades, estaba tan nerviosa que se me ha olvidado por primera vez en mi vida pasar por caja antes de salir de un parking y, después, no era capaz de recordar cómo ir a una calle que conozco de memoria. 

Me siento agradecida por la evolución que han tenido y están teniendo algunas leyes. Tal vez hace décadas si una mujer de mediana edad se hubiera quejado de que el vecino pegaba tiros a los perros a ella la habrían calificado de histérica y con él se habrían tomado un carajillo en el bar del pueblo, pero hoy no es así. 

Nos queda, por lo menos a mí, bastante por aprender para tomar conciencia de cómo podemos defendernos de muchas situaciones que antes se consentían y ya no; que antes eran habituales y ahora están calificadas como delitos. Y, aunque  resulte muy desagradable o incluso te estropee el día, hay que decir «basta» y sumar en la buena dirección. 

lunes, 23 de septiembre de 2024

Los dueños de perros

 Siento devoción y pasión por los perros, sobre todo por los míos. Así que sí, según la Ley soy propietaria de dos perros. No voy a escribir aún sobre los maltratadores de animales porque es un tema demasiado triste y doloroso para empezar la semana. Me voy a conformar con compartir mi opinión sobre el grupo al que pertenezco, el de los dueños de perros. 

Hace días paseaba a las ocho de la mañana por un parque cercano a la playa de Canet d'en Berenguer. Un hombre joven, de menos de 40 años, pegado al móvil, paseaba a su Bull Dog, que era muy bonito y parecía muy bien cuidado. El perro hizo sus necesidades a lo grande encima de la hierba y el dueño no lo recogió. Lo vio, entre pantalla y pantalla de móvil, pero... no había nadie o casi nadie en la calle, así que para qué. Sí llevaba bolsas en la correa, todo de último diseño. Allí dejó el monumento al excremento canino, bien visible, en medio de un césped cuyo cuidado y riego pagamos no sé si todos los españoles pero seguro que los residentes en Canet. No es la primera vez que veo algo así, ni la última. De hecho no hay semana que no me encuentre cuatro o cinco veces en la misma situación.

Segunda costumbre generalizada de los dueños de perros: llevarlos sueltos donde es obligatorio que vayan atados. «Mi perro no muerde», «no hace nada», «se me ha soltado», etc. Eso de que no muerde está por ver, siempre está por ver, porque no poseen unos incisivos de susto para adornar. Pueden darse mil circunstancias que empujen a un perro a morder y las mordeduras, por pequeñas que sean, tienen consecuencias: hematomas, infecciones, desgarros como poco. 

Es mentira que un dueño, salvo que sea un experto educador canino, pueda estar seguro al 100% de la reacción de su perro. Es mentira. Hay personas que, sin motivo aparente, les inspiran desconfianza e incluso, a algunos, agresividad. Hay gestos que los desconocidos hacen con la mejor intención, como acercarse, acariciarles, etc. que pueden provocar reacciones agradables o lo contrario. Pero es que no son solo las posibles mordeduras. Los perros jugando y corriendo pueden desestabilizar sin querer y hacer caer. Pueden empujar sin querer o queriendo, en un gesto afectivo y de juego. En ocasiones ellos saben muy bien cómo sortear el obstáculo humano que se interpone en la carrera, pero uno cree que no, se mueve y se produce el choque. Por último, se nos olvida que no todos amamos a los animales y a los perros, que no a todos nos parecen criaturas inofensivas. Dan miedo a muchas personas

Un perro suelto en una zona donde paseen personas es un peligro potencial y puede resultar desagradable y es justo que la Ley lo prohíba. Pues nada, todos los días me cruzo a alguien que lleva el perro suelto. Perros dóciles, perros muy dinámicos, perros incluso que ya han atacado alguna vez. Pobre de la persona que se le ocurra quejarse o denunciar. Se le cuelga en el barrio el San Benito de raro, intolerante y más. Solo por esperar de ti, dueño y dueña de perro, que cumplas la Ley. 

Que sí, que ya sé que es molesto llevar atado al perro (por el perro y por uno) y mucho más molesto recoger los excrementos y a veces cargarlos en una bolsita unos cuantos metros hasta la papelera mientras te llega su olor. Si para los que los amamos a estos seres nos preocupa en ocasiones las actitudes de otros perros sueltos con los nuestros o que las calles y parques parezcan un 3000 obstáculos de tantos excrementos que hay... ¿Cómo se sentirán los que no conviven con ellos y los aman?

Mi conclusión general es, en primer lugar, que no sé cómo los que no conviven con perros pueden tener tantísima paciencia y no pasarse el día denunciando. Las conductas humanas que he descrito se repiten casi todos los días, porque muchos dueños de perros hacen el mismo recorrido todos los días, sueltan al perro en el mismo lugar prohibido todos los días y no recogen los excrementos en el mismo parque o zona verde a diario, con lo cual sería muy fácil grabar y demostrar que el dueño Tal está incumpliendo la Ley. Esos a los que luego califican de intolerantes por quejarse una tarde son, en el fondo, muy benevolentes. Por otro lado, no acabo de comprender cómo conviviendo con seres tan altruistas y generosos no se nos va contagiando algo. 

No me extraña que las leyes que rigen ser propietario de perros se endurezcan porque, aunque casi todos los perros son majos, más de la mitad de los dueños son ingobernables, incluso cuando quieren a sus animales. 

jueves, 19 de septiembre de 2024

Pigmalion

 Conozco a un pianista que repite en bucle el mito de Pigmalion.

Él fue pianista de élite, con temporadas de muchos conciertos en los que siempre brillaba. Luego, tal vez por la exigencia de la carrera pianística o por otras razones lo ha ido dejando, aunque de vez en cuando da un recital donde parece que podría volver a demostrar que tiene algo único.

Encadena relaciones sentimentales siempre bajo el mismo patrón. Mujeres pianistas, más jóvenes que él, que apuntan maneras, trabajadoras, con ganas de esforzarse y triunfar. Durante el tiempo que dura la relación (desde unos meses a tres años como mucho), él las transforma, pule todo el talento que tengan y las introduce en el mundo del piano, les ayuda a encontrar conciertos, a prepararlos, a llamar la atención de patrocinadores o mecenas, en definitiva, a progresar. Lo consiguen: él por un lado, con toda su experiencia y capacidad pedagógica y ellas, por otro, con ilusión y trabajo. Es el efecto pigmalión, como si bastara la mirada de él, su presencia, para que todo lo que ellas puedan llegar a ser se manifieste. Ambos dedican mucho trabajo a la tarea pero aún así el resultado es mágico.

Por desgracia llega un día en el que él se cansa: «hasta aquí hemos llegado», «no eres tú, soy yo», «hasta luego Lucas». A él ya no le compensa o ha localizado otra que le atrae, gusta o enamora más. Ellas se quedan huérfanas: sin pareja, amigo, profesor, coach, acompañante... lo pierden todo de golpe. Son capaces de mantener el nivel que han conseguido con él, pero no de seguir acrecentándolo y, poco a poco, vuelven a caer en el anonimato del que él las sacó. Me imagino que tiene que ser devastador: ser una estatua, cobrar vida y que, al desaparecer el hechizo, tengas que seguir luchando sola para no volver a convertirte en estatua.

Los que asistimos a esta cadena de mujeres transformadas, siempre sabemos que la actual no será la última. No es que lo deseemos ni tenemos datos para demostrarlo pero observamos las mismas fases que se dieron con la última, la penúltima, la antepenúltima, etc. Y a mí, cada vez me da más pena, por ambos: por ellas, porque mientras las veo a ellas tan felices, con cara de que la relación y el progreso serán infinitos, siento que cada día que pasa están más cerca del final; por él, porque es un hombre sensible y durante cada relación se lo cree, cree que esta es diferente a las anteriores.

Mi teoría es que la pedagogía no es suficiente para llenar el corazón de alguien con mucho talento. 

Ver progresar a otro gracias a tu conocimiento, experiencia y compañía es muy estimulante, pero no tanto como desarrollarse uno mismo. Porque lo curioso en todas estas relaciones es que ninguna de ellas le da la vuelta a la tortilla; ninguna se plantea ser ella la que ayude a que él vuelva a los escenarios, la que acompañe en modo coach, entrenador, pareja. Tampoco se plantean, aunque vayan más despacio, que ellas progresen y que él vuelva. En el plano artístico siempre es él quien da y ellas las que reciben y yo no creo que esa ecuación pueda durar.

No puedo contar el final de esta historia ni plantear hipótesis de resolución o mejora, porque el modelo se repite de forma tan similar una vez y otra y otra que no creo que, sin ayuda profesional, puedan salir de él. Ni él, ni la actual pareja, ni las que están por venir.