miércoles, 4 de septiembre de 2024

Parques eólicos

 No me gustan. No me gustan nada. 

Ya entiendo que son una fuente de energía y que, según dicen, es renovable y limpia; que se considera barata y permite la alimentación de las casas, pero no me gusta y espero ver un día cómo se inventa algo mejor y se desmantelan uno a uno todos los parques eólicos.

No hace ni diez años viajaba por España descubriendo la orografía del país y los horizontes de las sierras estaban limpios. Ahora intento contar desde lejos estos fantasmagóricos molinos de viento y sí, a veces son entre tres y diez, pero en algunos casos no me da la vista para identificar si son 25, 100 o más. 

La contaminación visual es indiscutible. 

Menos mal que hice el Camino de Santiago desde Madrid antes de que los Montes Torozos se convirtieran en el objetivo de los promotores de estas energías. Ahora hay casi más que flechas amarillas indicando la dirección a Santiago. Recomiendo ver las fotografías de Jonathan Tajes que ilustraron el artículo del Día de Valladolid «Energías limpias, paisajes sucios». Parecen el escenario de una película catastrofista de extinción humana. 

La contaminación acústica es evidente en cuanto te acercas, y no solo para la fauna. Algunas personas que viven cerca de los parques eólicos (porque sí, a veces también se han construido muy, muy cerca de los pueblos) se han quejado de los efectos sobre su salud y ya tiene diagnóstico: «síndrome de la turbina eólica». Invaden el espacio humano y el espacio animal, contaminan sus hábitats y costumbres.

Por si todo eso fuera poco o insuficiente queda el capítulo del homicidio en masa de aves, murciélagos e insectos. Los brillantes ingenieros y políticos que han elegido los lugares donde convenía poner estos artefactos no se han molestado en mirar si los iban a poner en medio de una ruta migratoria. Este es el talón de Aquiles del proyecto, para el que ya van a tener que revisar las leyes y buscar soluciones.

Se habla menos del efecto que los aerogeneradores producen en el aire, pero tampoco debe de ser muy sano. Ahora sabemos que hay metales pesados y microplásticos en casi todo lo que comemos, pues pronto habrá que añadir todo lo que los parques eólicos agitándose a esas velocidades nos eche sobre los cultivos y las aguas. 

Dicen que esta energía genera mucho dinero para los municipios, mucho más que la agricultura. Así andamos en España, comprando el girasol a Ucrania y pagando el aceite de oliva a precio de lujo, mientras provincias como Valladolid, donde se da muy bien el girasol, el olivo, los cereales, las legumbres y muchas hortalizas, llena sus campos de placas fotovoltaicas y aerogeneradores. ¿El dinero va para las arcas del municipio, va para los habitantes de esos pueblos? ¿O va para las empresas que cotizan en bolsa con todo este asunto? Vaya para donde vaya, ¿compensa?

Fíjense en la fotografía de la reciente inauguración del parque eólico de Andella ubicado entre los municipios de Adalia, Mota del Marqués, Torrelobatón y Villasexmir: los promotores y autoridades delante de los campos verdes de mayo con fondo rojo por las amapolas, el cielo azul y, en un lateral, dos aerogeneradores muy discretos. «Somos energía limpia» -parecen estar diciendo al unísono. Pues bien, entre todos los parques eólicos de la zona suman medio millar de aerogeneradores, medio millar, no dos en una esquina. 

Cruzo los dedos para que, más pronto que tarde, el boom de las energías renovables se desinfle. Seguro que ayudará cuando el paquete de pipas de girasol cueste 100 euros y el litro de aceite de oliva 500, cuando sigan desapareciendo especies protegidas de pájaros y tengamos que comer los insectos que ya no podrán devorar los murciélagos muertos.

No soy una experta de las energías renovables ni del impacto medioambiental pero yo esto no me lo creo, no me creo que esto sea esa gran solución que intentan vendernos. A mí no me encaja nada, no me convence que el precio para acabar con los combustibles fósiles sea llenar la naturaleza de estos monstruos que matan millones de aves cada año. A mí todo esto me parece un negocio y una lección maestra de hipocresía.

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