viernes, 6 de septiembre de 2024

Demencia senil

 Hace décadas que oigo estas palabras, «demencia senil». En la boca de familiares, amigos, conocidos, en los medios de comunicación, y también cuando impartí clase en el Grado de Trabajo Social y en el Máster de Musicoterapia. 

Mi atención siempre se había focalizado en la segunda parte, «senil», porque es una familia de enfermedades que casi siempre se diagnostican en ancianos. Nunca, hasta ahora, había reparado en serio en la otra parte, en la palabra «demencia». O, en todo caso, me había quedado en la segunda acepción de esta palabra según el Diccionario de la Real Academia y ni siquiera completa, solo el comienzo: «Deterioro progresivo de las facultades mentales».

Al verla de cerca, en un ser querido, por mucho que sea «senil» la demencia es demencia, es decir, también según la RAE: «locura, enajenación, enloquecimiento». O, si nos fijamos en el final de la segunda acepción: «Deterioro de las facultades mentales con graves trastornos de conducta».

La demencia senil es una forma de locura.  

No es solo el deterioro cognitivo del cerebro como se deteriora la vista o el oído. También es o puede ser locura, como la psicosis o la esquizofrenia. Por mucho que suceda en la cabeza de un anciano es una enfermedad mental en toda regla. 

Observo cómo los enfermos de demencia senil te hacen la misma pregunta entre 3 y 5 veces por minuto. Respondes, respondes, respondes. Fuerzas a tu cerebro un comportamiento antinatural de disco rallado. Modificas el camino natural de las redes neuronales bien constituidas. Una semana después, un mes después eres tú el que empieza a tener olvidos, despistes y torpezas cognitivas. No, no es porque la demencia senil sea contagiosa (que sepamos), sino porque por ayudar y acompañar al enfermo has obligado a tu propio cerebro a rozar lo patológico. 

Observo también la ligereza con la que la gente (familiares, vecinos, conocidos y, a veces también, personal sanitario) diagnostican demencia senil sin ni siquiera asegurarse de que los síntomas cerebrales no son fruto de otra enfermedad. La tiroides, el hígado y hasta la sífilis pueden producir trastornos mentales, desde esa sensación de niebla en la cabeza hasta alucinaciones. 

También me causa estupor, cuando se confirma la demencia senil, que se habla de los síntomas como si fueran los de la gripe. «Ah, sí, tiene manía persecutoria.», «claro, claro, eso es un brote de agresividad», etc.

La demencia senil en todas sus formas es una de las enfermedades más graves que tiene que afrontar la sociedad actual. Los que tenemos a algún ser querido con ella no tenemos tiempo ni de llorar la pérdida de la cabeza que tuvieron. No nos queda un segundo para estar tristes recordando si fueron inteligentes, brillantes, con una memoria de elefante o con un humor finísimo, porque cada instante está dedicado a proteger y a protegernos de la locura, a mantener los pies en la tierra a pesar de haber respondido 150 veces en la misma mañana a «¿has comido ya?». A saber detectar cuando los fantasmas y monstruos que habitan las cabezas que se están pudriendo van a despertarse, a saber cómo hacer que se evaporen como una pompa de jabón. A infundir fortaleza a la persona que, en los momentos de lucidez, se da cuenta de que ha perdido parte del cerebro. A controlarles cuando creen que están igual que hace 20 años.

La demencia senil es locura. 

Locura de un cerebro que, en el pasado, fue cuerdo, que en muchos o algunos momentos, aunque duren un instante, sigue siendo cuerdo. La demencia no permite cuidar como cuidas a un enfermo de cáncer o a un anciano sin demencia. Es otra galaxia, otro idioma que hay que descifrar y conseguir hablar. Te explota el cerebro aprendiéndolo como si intentarás estudiar cinco idiomas a la vez. 

Lo bueno es que, de vez en cuando, tienes éxito y hablas ese idioma extraño con fluidez. No solo te comunicas y consigues ordenar el caos sino que haces feliz al enfermo. Esos momentos etéreos son estrellas fugaces en medio de la noche, minutos que duran para siempre y que desafían toda la dificultad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario