domingo, 29 de septiembre de 2024

Hacerse la tonta

                                    «Cuando uno es sencillo (en su habla, en sus actos, incluso en su poesía) corre el incómodo riesgo de ser tomado por tonto.» Mario Benedetti

En este despliegue constante de narcisismo en el que vivimos, la discreción, la prudencia, el reconocer que uno no sabe de todo lleva directamente a que algunas personas se crean que pueden manipularte sin que te des cuenta. Una sonrisa, un halago, una fingida muestra de empatía; o, por el contrario, el eterno juego de victimizarse intentando dar pena. Creen que cuela. Piensan que te estás enredando en la tela de araña que tejen a tu alrededor. Se van a la cama, esa noche, convencidos de que comes de su mano.

Yo me quedo pasmada, casi paralizada, observando, por un lado, tanta confianza en uno mismo, y, por otro lado, unas mentes tan básicas. Me dan ganas de decirles: 

-señores, que vivimos en la época de Internet 24h al día, que ahora todos sabemos los mecanismos de la manipulación, que hay millones de páginas de todo tipo, desde científicas hasta de divulgación muy simples, explicándolo. Esfuércense un poco. Ya que nos intentan manipular eleven un poco el nivel, que a uno le cueste detectarlo, no se conformen con este parvulario del chantaje emocional. 

Me hablan intentando convertirme en una marioneta de sus intenciones y yo escucho en silencio total. Mientras esas personas que se creen tan listas insisten e insisten, utilizando recursos de parvulario de manipulación, y creen que estoy cayendo en sus redes, desconecto del tema que estemos tratando para centrarme en el proceso. No puedo resistirme a la tentación, lo confieso: asiento con cara de no haber roto un plato y apostillo siempre en afirmativo con «claro, claro», «sí», etc. 

Por fin la conversación, el episodio, la situación termina y pienso para mí «menudo/a gilipollas», así, sin paños calientes. Me lo imagino felicitándose a sí mismo por la jugada, contándosela a su mujer o marido y pensando que el asunto ha concluido ahí porque me ha llevado a su terreno. 

Me entra entonces la segunda tentación: dejarle en su limbo, hacerme la tonta cuanto más tiempo mejor. Pasar desapercibida, ser invisible, mediocre, lo que haga falta para que la persona manipuladora se crea que me tiene en el bolsillo.

Saco la libreta, el cuaderno, el móvil, el ordenador  o lo que sea, y, en el tema en cuestión, sea el que sea, reviso y diseño el plan con mayor minuciosidad, contando que, además de las dificultades que tenga o de los obstáculos que puedan surgir, tengo que añadir esta persona en la que no se puede confiar.

Anoto las cartas que, en su esfuerzo y ejercicio para manipularme, han dejado ver mientras se han ido convencidos de que yo no tengo ni baraja. No es porque yo haya disimulado nada, es que la gente se cree tan superior, está tan segura de sí misma, que no duda de que con su discurso empalagoso o victimista, según los casos, hace contigo lo que le da la gana. 

Ese es el punto débil de una persona manipuladora: que no escucha. Que no ha oído una sola palabra de lo que tú hayas dicho, porque se ha esforzado en venderte su teoría, su versión; que solo le ha importado si te ha convencido con sus argumentos para conseguir sus objetivos. 

Cuando el día termina es un buen momento para evacuar el mal sabor de boca que te deja saber que han intentado manipularte, sin desanimarte porque haya gente en la que no cuajó la educación en valores, y felicitándote porque no has necesitado sacar el ego a pasear para demostrarles que te has dado cuenta de todo. Tomar nota y archivar en la memoria ante lo que estás y compensar con algo positivo y que te inspire sensaciones agradables y benéficas. 

El manipulador no suele soltar la presa hasta que no consigue lo que quiere, y puede que no encuentres todas las soluciones para hacerle frente sin ceder en 24 horas. Lo más seguro es que necesites días, semanas y meses para blindarte, pero no pasa nada. Día a día, paso a paso, hoy ya has conseguido que se crea que no te enteras de nada. Mañana más y mejor. Con paciencia, humor y guardando bien tapadas tus cartas, más pronto o tarde habrá un punto final y le estallará en la cara su pequeñez y mezquindad. 

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