domingo, 20 de octubre de 2024

Micología

En cuanto pones un pie en la montaña te das cuenta de que el universo de las setas y los líquenes es alucinante, pero no me interesé en serio por entrar en el grupo de los que recolecta hasta el otoño de 2020. 

Destinada en La Seu d'Urgell, alquilé una vivienda en Turbiàs. En la cocina había un poster decorativo de las setas más conocidas que me llamó la atención.  A final del mes de octubre empecé a encontrármelas cuando salía a la montaña y, por primera vez, empecé a recolectarlas para verlas con más calma en casa. No era capaz de reconocer con seguridad ninguna y me di cuenta de que el cartel no iba a ser suficiente para adentrarse en este mundo, así que empecé a estudiarlas con libros de la Biblioteca de La Seu d'Urgell. Hasta que un día, en los bosques de San Joan de l'Erm vi mi primer níscalo, solo uno entre otras muchas setas que tal vez fueran venenosas o no comestibles, pero suficiente para sentir que había encontrado un tesoro. Unos días después, entrenando con mi perra Buni, la seguí por un prado y ya di con una colonia entera de níscalos. Al día siguiente bajando hacia Montferrer Castellbó más. Poco a poco empecé a desarrollar esa atención que te permite fijarte en lo que antes no veías y hasta hoy.

El otoño de 2021 lo empecé con mucho pena pensando que en Valladolid no tendría una temporada de setas tan extraordinaria como la de Cataluña. ¡Qué ignorante! En una carrera de orientación cerca de Cervera de Pisuerga, cuando ya volvía a meta, vi una zona llena de Macrolepiotas y antes de llegar a noviembre localicé una zona de níscalos cerca de Villanueva de Duero. 

Ahora pertenezco a la Asociación Micológica de Valladolid y aquí estoy con la ilusión de las Jornadas Micológicas que tendrán en lugar el primer fin de semana de noviembre y reservando en la agenda cada otoño los días en que tengo que salir a por setas. Me gusta comerlas y recolectarlas pero sobre todo encontrarlas, verlas, entenderlas y reconocerlas. Mi nivel sigue siendo muy elemental, sobre todo comparado con el de los expertos de la AMV, pero lo suficiente para disfrutar mucho cuando llegan los meses de octubre y noviembre. 

sábado, 19 de octubre de 2024

La cigarra y la hormiga

Una compañera de gimnasio se quejaba de que, en menos de un mes, dos personas le habían expresado la inmensa suerte que tenían sus padres nonagenarios. Suerte de estar vivos y suerte por tener una pensión. Mi compañera se subía por las paredes y me decía que estaba harta de la gente que solo veía sus propios esfuerzos y que creían que a los demás les caían las bendiciones del cielo sin mover un dedo. Mi respuesta fue preguntarle si recordaba la famosa fábula de Esopo, después recuperada por La Fontaine, La cigarra y la hormiga.

Hay personas que son hormigas de manual y viven trabajando, esforzándose en todos los planos. A veces, ni siquiera siempre, consiguen que lo que siembran dé frutos. No siempre cosechan y, en ocasiones, lo hacen décadas después de haber plantado las primeras semillas. Si han sembrado cien veces han recogido diez, dos o ninguna. Las horas, los sudores, las lágrimas, las penurias, los miedos, etc. han estado ahí, pero cuando llegan los resultados pueden parecer anécdotas para el que no los haya sufrido.

¿Entonces qué es la suerte? ¿Haber nacido o convertirse en hormiga y aplicarlo a todos los aspectos de la vida? ¿O vivir al día como una cigarra, sin pensar en el mañana y, si llega el «invierno», ir de puerta en puerta para que alguien te resuelva los problemas? Así que sí, entiendo el enfado de mi compañera porque es muy cómodo no valorar los esfuerzos de los demás y adjudicarlos a la diosa fortuna. 

Tal vez lo que la gente quiere decir es que ser constante, consistente y resiliente es una suerte, que tener esa capacidad de posponer el placer para seguir intentando lo que necesitas o quieres es un privilegio que te permite llegar mucho más lejos.

Desde la infancia me ha gustado mucho observar tanto las cigarras como las hormigas. Su ciclo biológico no es tal y como lo describe la Fábula pero como metáfora para llegar a la moraleja nos sirven. Las cigarras forman parte del sonido del verano, las oyes más que verlas y paran de cantar cuando sienten tus pasos para volver a comenzar en cuanto te alejas. En cuanto el calor decae desaparecen hasta el año siguiente.

A las hormigas también les gusta el calor. Son persistentes, constantes, pesadísimas. Le destrozas el hormiguero porque lo han hecho al lado de tus tomates y unos días después te lo han reconstruido cerca de las lechugas. Si te entran en la cocina limpias con algo fuerte como lejía para ver si te libras de ellas y dejan sin titubear la carga para salir corriendo y sobrevivir. Una, dos semanas después han encontrado otro sitio por donde entrar de nuevo a robarte algunos granitos de azúcar. Te cansas tú antes que ellas, porque siguen, siguen y siguen intentándolo. 

Supongo que en el equilibrio está la virtud, ser al mismo tiempo cigarra y hormiga, sin que se te pase la vida sin disfrutar, por un lado, y siendo capaz de insistir por muchos obstáculos que nos encontremos, por otro; pero la verdadera moraleja de esta historia es que muchas veces no nos damos cuenta del esfuerzo que hay detrás de cada resultado que consiguen los demás y que donde solo vemos buena suerte ha habido millones de acciones para lograr ese resultado. 

lunes, 14 de octubre de 2024

Las estaciones

 Los que vivimos con un pie en la naturaleza medimos el tiempo en función de las estaciones. No nos regimos solo por los años naturales o el calendario lectivo o escolar, sino por lo que marca la naturaleza.

Así, en 15-20 días, cuando llegue el mes de noviembre, empezaremos la temporada de nieve. No en todos, ni tampoco en todas las estaciones de esquí, pero sí en algunos lugares de España habrá nevadas, habrá nieves y nosotros empezaremos a pisarla. No, no vamos a esperar el típico puente de Diciembre en que se abren muchas estaciones de esquí o a que caiga la nieve cerca de donde vivimos, ni tampoco a la fecha oficial del invierno. Empieza la temporada de nieve y hay que aprovecharla hasta el último nevero de junio. 

Estos meses que a muchas personas desaniman por la cantidad de precipitación, por cómo obstaculiza la lluvia y la nieve para conducir, los días cortos y el cambio horario, son para nosotros meses de «buen tiempo» (buen tiempo para que nieve) y de mucha luz, la luz blanca de la nieve. Meses para esquiar, caminar y correr con raquetas de nieve, correr y hundirnos hasta la rodilla; meses para afilar el piolet y los crampones de alpinismo, y meses también de mucho sol y vitamina D, aunque en el centro de la ciudad esté gris.

Desde mediados de febrero, aunque siga haciendo frío y sigan cayendo aún magníficas nevadas, la primavera se abre paso. Puede que en el paisaje no se vea, pero los animales empiezan a despertarse, a salir a la luz, les oyes y les ves. La floración de primavera en las montañas es un verdadero jardín botánico. No es lo mismo observar una Prímula en el vivero de tu barrio, metida en un tiesto de plástico negro, que verla en los Picos de Europa en su propio contexto. El deshielo es tan peligroso como bello y para los músicos es una locura sinfónica, porque oyes agua por todas partes, y de hecho la hay. Mil formas de agua, desde el goteo de ramas que se descongelan hasta ríos que bajan con muchísima fuerza. 

El verano es la estación preferida de media humanidad por las vacaciones. Da mucho juego en la naturaleza porque los días son muy largos y eso implica muchísimas horas de luz para cualquier actividad. Es el momento de descubrir cimas y rutas que conviene ver primero secas y en modalidad estival antes que emprenderlas en invierno. Si te molestan los insectos lo llevas crudo, pero si te gusta conocerlos y observarlos cualquier sendero se convierte en un zoológico. Es la estación de las víboras también, que no te han dado la lata durante meses, pero que con el calor están a sus anchas. 

El calor, bien gestionado, da mucho juego en la naturaleza pero si no eres madrugador no será tu estación preferida porque hay que levantarse muy, muy pronto. Si la primavera es la estación del agua dulce, el verano es la del agua salada que, a pesar de que cada vez hay más medusas, regenera la salud física y mental en cuestión de días y horas.

Por fin el otoño, la estación en la que nos encontramos ahora, es el tiempo de la hoja caduca en los árboles y de las setas. Hayedos, choperas, robledales se van tiñendo de amarillo, rojo y ocre que combinan con el perenne verde de otros árboles llevándote al verdadero museo del Impresionismo francés. Aunque setas hay todo el año, y muchas también primavera, algunas de las de otoño son las más codiciadas y más aptas para principiantes. Es también la estación de la lluvia, que tanto se agradece al principio tras la sequía veraniega, y también después porque implica que en montaña ya pueden estar cayendo algunos copos.

Cada estación tiene para nosotros un inmenso atractivo y las recibimos con mucha alegría para retomar tantos proyectos que nos quedaron por hacer en la estación en curso del año o años anteriores. Planificamos en función de ellas y luego sí, encajamos el resto de la vida, a veces con muchísima dificultad, pero sin perder de vista qué días habrá la seta que quieres ver o recoger, para cuándo se espera la primera nevada y dónde, etc.

Vivir de acuerdo a la naturaleza y no a los calendarios humanos permite evitar las depresiones estacionales y otros muchísimos problemas de salud, porque aunque intentemos día sí y día también atrofiar, y antepongamos nuestras ambiciones humanas a todo, somos parte de esas estaciones y de la Naturaleza.

jueves, 10 de octubre de 2024

Balance de septiembre

Termina septiembre.
Hace más de una semana que tendría que haber escrito este balance, pero se me han pasado los días volando y sin un minuto para dedicar a este blog. 

Hay temporadas en la vida en que cada domingo repasas o te haces una planificación y te falla ya el mismo lunes: imprevistos, urgencias, obstáculos... Te pasas el resto de la semana remando contra corriente, solucionando, resolviendo, asimilando y viendo cómo se pasan las horas sin poder cumplir tu plan. Como dice un refrán español «montas un circo y te crecen los... problemas». 

Ese fue, desde el principio, el objetivo: derretir el tiempo de las obligaciones diarias como si fueran los relojes blandos de La persistencia de la memoria de Salvador Dalí y hacerle hueco a estos textos de opinión. A pesar de haber conseguido mantener la disciplina dos meses, en cuanto me despisto, en cuanto me doy la vuelta para atender otro asunto, desfilan las horas y los días sin que consiga sentarme a escribir. El balance es, por tanto, positivo pero consciente de lo frágil que me es aún la disciplina de escribir.

Dicen que en 21 días estableces un hábito y yo no creo que sea verdad. Hace falta mucho más tiempo, porque no se trata solo de recuperar o instaurar una rutina sino de ir reduciendo o eliminando otras. En esas épocas vitales en que se tiene todo el tiempo para uno puede que con tres semanas sea suficiente; pero en las etapas más complejas no es posible. Toca seguir insistiendo, analizando para saber qué te ayuda, qué te obstaculiza y seguir aprendiendo cada semana. 

Vamos a por el tercer mes de este reto, con la misma modestia que en los dos anteriores, sabiendo que los días se evaporarán como agua e intentando retener el tiempo para conseguir dar a luz estos textos.